LA REPRESAS QUE PROVEEN DE AGUA A LA CIUDAD DE LA PAZ Y EL ALTO SE ENCUENTRAN EN UNA FRANJA MINERA ACTIVA.
- Vea cómo el agua de copagira del dique de colas entra directamente a la represa de Milluni a través de un canal hecho para tal efecto.
- Vea cómo en plena pared de la cuenca de la represa de Incachaca se desarrolla actividad minera.
Entrevista de Ximena Galarza (Programa Jaque Mate) a Pablo Villegas N. (CEDIB), 21/5/2019
- El problema no afecta sólo a La Paz. La contaminación por mercurio de los grandes ríos amazónicos y de la cuenca del Pilcomayo son una señal de lo que está ocurriendo en el país.
MAS INFORMACIÓN SOBRE LA CONTAMINACION DE LAS AGUAS DE LA PAZ Y EL ALTO
Oscar Campanini amplía la información sobre la contaminación de las aguas en La Paz
Entrevista de Roxana Lizarraga (Programa Cabildeo) a Oscar Campanini (CEDIB), 17/6/2019
ENVENENADOS
Por
Alfonso Gumucio Dagron
sábado,
01 de junio de 2019 · 00:11
No
aludo ahora al envenenamiento cotidiano del imaginario colectivo a
través de la monumental golpiza propagandística del régimen, que
cuesta millones a los bolivianos causando daño a sus conciencias. Es
como si pagáramos por nuestra propia lobotomía o tratamiento de
shock al estilo de La naranja mecánica.
Me
refiero esta vez a un daño físico irreversible: nos están
envenenando a través del agua. No es broma ni titular
sensacionalista: el agua que consumimos en La Paz y en otros lugares
de Bolivia es venenosa porque contiene partículas de químicos y
minerales muy superiores a los tolerados según normas
internacionales.
Lo
dicen estudios documentados realizados por Cedib, uno de los centros
de investigación más serios de nuestro país. Sus pruebas son
contundentes porque exponen no solo la calidad del agua que
consumimos sino también las políticas económicas neoliberales que
alientan el extractivismo y la minería salvaje.
El
agua que recibimos en las ciudades o que recolectan en los ríos
quienes viven en áreas rurales, está lejos de ser el líquido
prístino y puro que nos regalaban los nevados, porque en su
recorrido se carga de veneno. Es escalofriante: el agua nos llega
cargada de arsénico, cadmio, mercurio, plomo y otros residuos de la
minería que se ha instalado en las faldas de las montañas y que los
vierte nada menos que en las reservas del sistema de distribución de
agua “potable”.
Estos
residuos venenosos aumentan exponencialmente la predisposición a
problemas gástricos y de la piel, afectan al sistema nervioso, al
hígado y los riñones, provocando cáncer y otras enfermedades. De
nada sirve hervir el agua porque aunque se eliminen bacterias y
partículas fecales, no podemos deshacernos de los residuos
minerales.
La
descripción puede sonar alarmista pero está científicamente
documentada por los investigadores de Cedib y respaldada por años de
seguimiento, que los gobiernos deberían agradecer en lugar de atacar
para esconder la verdad. La Fundación Solón ha contribuido con
estudios similares y otras organizaciones lo saben, pero son
demasiado pusilánimes para enfrentar al Gobierno.
No
hay minería sin agua, y si bien es cierto que la explotación minera
salvaje e irresponsable se ha dado durante décadas, nunca había
llegado a los extremos registrados en el gobierno extractivista de
Evo Morales, campeón por su política neoliberal. Como ejemplos
tenemos la invasión de aventureros chinos para la extracción
clandestina de oro en los ríos del Beni y Pando (cuenca amazónica)
o la minería salvaje en las faldas de los nevados cercanos a La Paz.
Contra
la propia Constitución Política del Estado, el gobierno de Morales
ha cambiado leyes y normas para acentuar el desastre ecológico,
triplicando –por ejemplo, la extensión de deforestación para las
plantaciones de soya transgénica, o desregulando medidas ambientales
para favorecer la explotación minera e hidrocarburífera. El Decreto
Supremo 3856 del 3 de abril de 2019 es la prueba más reciente de que
el Gobierno atenta contra la ya vapuleada y violada “Pachamama”.
Veamos
si lo siguiente conmueve a quienes viven en La Paz: las represas de
agua de Alto Hampaturi, Peñas, Huayna Potosí, Janqo Khota, de los
sistemas Pampahasi y Achachicala, que brindan agua “potable” a la
ciudad, están envenenadas, ya que a poca distancia operan compañías
mineras cuyos residuos acaban en las lagunas.
En
Incachaca las empresas Los Pioneros, El Progreso y Somet vierten
residuos directamente en la represa. Para favorecer a las empresas
mineras sucesivos gobiernos han autorizado, mediante disposiciones
“transitorias”, niveles de contaminación del agua superiores a
las normas establecidas por la Organización Mundial de la Salud.
La
cacareada inversión en redes de distribución de agua posterga lo
más importante: la calidad de las fuentes de agua, la
infraestructura de tratamiento de aguas residuales, el alcantarillado
y saneamiento. En otras palabras: el Estado es muy eficiente para
distribuir agua envenenada.
Lo
anterior es complejo y está estrechamente vinculado con el modelo de
desarrollo extractivista (deforestación masiva, minería salvaje,
agricultura con agroquímicos): el Gobierno malogra la salud de los
bolivianos en el corto plazo y agrava el cambio climático en el
mediano y largo plazo.
¿Esto
mueve un pelo a los ministros de Agua o de Minería, o a la Ministra
de Salud? Para nada: les importa un comino aunque algunos
funcionarios tengan en su pasado la “mancha” de haber profesado
la defensa de la naturaleza. Parafraseando a Marx (Groucho, claro):
“Esos eran mis principios, pero como al jefazo no le gustan, ahora
tengo otros”.
@AlfonsoGumucio
es escritor y cineasta
FUENTE:
Página Siete.
https://www.paginasiete.bo/opinion/alfonso-gumucio-dagron/2019/6/1/envenenados-219760.html