Pablo Villegas N., 2007-09-11
Fuente: telegraph.co.uk |
El gonismo inició la desintegración del país
El gonismo[2] es recordado por su carácter neoliberal. El
indigenismo y la democracia que fueron esenciales para darle al neoliberalismo
un rostro humano y ocultar que se estaba enajenando el país han sido
curiosamente olvidados; esto implica que ese indigenismo, esa democracia y sus
representantes continúen vigentes.
El indigenismo fue para dominar a la población, no para el
bien de los indígenas. Por ejemplo, la cuestión de “tierra y territorio”,
plasmada en la otorgación de TCOs (Tierras Comunitarias de Origen) fue de gran
peso en la propaganda gonista. Sin embargo, de 39,355,096.32 has demandadas por
los indígenas sólo les fueron tituladas el 12,7 % (4,998,380.83 has). Pero, el
restante 87% ¿para quién fue?. Al parecer el otorgamiento de TCOs más favoreció
a los latifundistas. Detrás de esto estaba el Banco Mundial pretendiendo
solamente que se dinamizara el mercado de tierras y para esto era necesario
propietarios legalizados, sean estos indígenas o no (García, SFE)[3]. Tierra,
no les dieron, a los indígenas, pero se pretende hacerles creer que quebrarían
el “colonialismo interno” haciéndose reconocer dueños del subsuelo. Este es un
viejo sueño de las transnacionales, pues siempre será más fácil meterle un tiro
a un indígena cuyo terreno esté sobre un yacimiento, que enfrentarse con un
Estado Nacional y con ciudadanos que aunque no radiquen en el área en cuestión,
lo consideren parte del “todo nacional”.
Este indigenismo logró que todos los problemas del país
fueran etnificados. Todo se redujo al “colonialismo interno”, haciéndonos creer
que el origen de nuestros problemas éramos solamente nosotros.
Fue el indigenismo de las elites. Goni en su discurso
presidencial el año 1992, dijo que la multiculturalidad le liberaba de cambiar su
acento norteamericano. Con el tiempo, los de su clase también adquirieron el
mismo acento para distinguirse del resto. Y más tarde, el 2000, ante la
creciente resistencia popular, los de su clase, comenzando por los
latifundistas, se dieron a hablar de autonomía y decidieron convertirse en
nación.
El objetivo del neoliberalismo era destruir al Estado
Nacional, que Bolivia -como dijo Goni- dejara de ser un país para convertirse
en una región de contactos. Esto es que el país quedara atravesado por corredores
de saqueo y exportación; enmarcado en un sistema de libre mercado y sometido a
los acuerdos internacionales, de modo que ya no contaran sus fronteras.
El origen de la lucha contra el Estado Nacional
El origen de la política de destrucción del Estado nacional
se halla fundamentalmente en la creación de la Trilateral en 1973, que surgió
por iniciativa de David Rockefeller ante el embargo petrolero de la OPEP. Se
conformó con EEUU, Japón y Europa, y con lo peor de estos países:
representantes de las transnacionales, destacados intelectuales de
universidades de esos países y miembros de las monarquías europeas. El poder
del mundo se concentraba aquí.
La Trilateral dejó en claro que el problema de los países
trilaterales no era solamente el embargo o el comunismo, sino todo el Tercer
Mundo: "… las nuevas aspiraciones de… los países subdesarrollados y los de
la OPEP representan la AMENAZA MAYOR".
El contenido del problema era que gran parte de las materias
primas fundamentales para el funcionamiento de los trilaterales estaban en el
Tercer Mundo. Ante esto, manifestó la Trilateral que: “… debe establecerse una
sólida estrategia que garantice el flujo seguro de esas materias primas.”, y
concluyó drásticamente con que: “El acceso a suministros no puede ser negociado
(Subrayado mío) sino en el contexto de un sistema internacional más
satisfactorio.” (Gardner y otros, 1974)[4].
Ese sistema “más satisfactorio” vino a ser la reducción de
la soberanía de los Estados Nacionales sometiendo su legislación nacional a
normas y acuerdos internacionales: “Tanto países ricos como pobres deberían dar
mayor peso al diseño de políticas relacionadas con su creciente
interdependencia.” (Gardner y otros, 1974). Se estableció que “El nuevo sistema
debe respetar la independencia e igualdad bajo la legislación internacional de
todos los miembros de comunidad mundial.“ Respecto a la inversión extranjera se
dijo que “… todos los países tienen derecho a un tratamiento justo a los
inversores y a su propiedad…“. Siendo que países como Bolivia no invertía en el
exterior, los únicos que recibirían un tratamiento justo serían las
transnacionales.
Pero la Trilateral, identificó un obstáculo al libre flujo
de materias primas y a este orden intenacional más satisfactorio: el
nacionalismo y los Estados nacionales. Entonces declaró la pena de muerte para
los Estados Nacionales. Según Rockefeller: “La soberanía supranacional de una
élite de intelectuales y banqueros es preferible a la autodeterminación
nacional practicada en los últimos siglos.”.
El momento en que esto tenía lugar, el mundo trilateral se
hallaba en una crisis que ellos mismos calificaron de profunda. De acuerdo al
informe de Cxrozier, y otros (1975)[5], los líderes políticos de los países
trilaterales estaban perdiendo autoridad y por tanto, el control político de su
gente. El informe dejó expuesta la concepción trilateral de la democracia: la
inflación es la enfermedad económica de la democracia; un exceso de democracia
implica un déficit de gobernabilidad; las demandas de los sectores sociales
disgregan al Estado, por tanto, la tarea de los políticos es “agregar”,
entendiéndose por esto que de alguna manera se eliminen dichas demandas.
Por otra parte, los países trilaterales sufrían de un gran
desprestigio ante el mundo y ante su propia gente. Esto era porque habían
apoyado a Hitler; por el colonialismo y el racismo que practicaron y que se
relanzó con renovado vigor después de la segunda guerra contra el Congo,
Argelia, etc…; por las bombas de Hiroshima y Nagasaki; las guerras sangrientas
contra Indochina y Latinoamérica, entre otros. Sin embargo, a pesar de este
prontuario, para algunos, el mundo desarrollado, estaba todavía limpio en su
interior. Pero he aquí que surge el escándalo Watergate demostrando lo
contrario. Por eso, los EEUU en especial, estaban a la espera de alguien que
les lavara la cara ante el mundo y ante su propia gente; este fue Carter.
Carter restauró la confianza en el gobierno que fue perdida
a raíz de Watergate[6]. Carter dejó saneadas las relaciones de los EEUU con la
mayor parte de los países del mundo[7], abriendo otra vez las puertas de estos
países a la penetración de la “autoridad moral” del imperio.
Carter logró el fortalecimiento del liderazgo militar
americano con la OTAN, recuperando el apoyo de Europa e hizo los arreglos
militares que fueron indispensables para la Operación Tormenta del Desierto
(Afoaku, 2000)[8]. Lanzó una “doctrina Monroe” para el Golfo Pérsico,
estableciendo que cualquier "Intento por cualquier fuerza exterior de
adquirir el control de la región del Golfo Pérsico será considerada como una
agresión a los intereses vitales de los Estados Unidos de América, y tal fuerza
será repelida por todos los medios necesarios, incluyendo la fuerza
militar.[9]”
Carter no tenía una política coherente sobre derechos
humanos. Lo prueba entre otras cosas su apoyo al Sha de Irán. Carter pretendía
convertir a los EEUU en un modelo y en la única esperanza de los pueblos; “…no
que podíamos traerles la ayuda instantánea, pero … Tenían que saber que había
un pueblo abierto en algún punto fuerte en el mundo[10]”. Así, la autoridad que
adquirió EEUU sobre los DDHH, fue la de “punto fuerte”; de país imperialista,
sobre naciones sometidas. En este marco, los DDHH derivaron en el
intervencionismo militar “humanitario”; parte del militarismo actual de los
EEUU y sus aliados.
Fue Carter quien comenzó, en los EEUU, con la desregulación
de la economía que sería conocida como neoliberalismo. Lo hizo para ganar votos
entre los conservadores. Al mismo tiempo, amagó con asuntos tales como la
participación de las minorías y de las mujeres en el gobierno, y la cuestión
del medio ambiente y –en sus palabras-“…ese tipo de cosas a fin de conservar un
electorado básico demócrata.”[11]La democracia defoliante en Bolivia
Como resultado de la recuperación de su autoridad moral y de
la crisis de la deuda externa, el imperio pudo imponer sobre Bolivia, su propio
modelo de democracia. Además, los EEUU se valieron de la lucha antinarcóticos
para imponer su política, más allá de lo exclusivamente relativo al
narcotráfico.
El “desarrollo alternativo” en Bolivia fue solo una
concesión de los EEUU, porque históricamente, su política antinarcóticos,
pretendía únicamente meter bala y defoliantes a los cocaleros. La lucha
antinarcóticos puso las áreas cocaleras al margen de las leyes nacionales y de
los derechos ciudadanos. Por ejemplo, aparte de las masacres periódicas, las
instituciones de Estado condicionaban la prestación de servicios, como la
educación, a que los cocaleros se sometieran a la política de reducción de
plantaciones de coca.
La embajada de EEUU en virtud de su apoyo a la
democracia-gobernabilidad intervenía en la conformación de las instituciones de
Estado; junto a sus países aliados influía sobre la elección de los ministros y
otros; se pronunciaba sobre funcionarios del Estado boliviano como si fueran
suyos; la DEA se permitía purgar las listas electorales de candidatos de los
partidos políticos.
Respecto a la descentralización, esta fue introducida como
una profundización de la democracia y por ciertos beneficios que proveía dejó
desarmados a los opositores. Empero, parte esencial de la descentralización fue
la cuestión impositiva, pues estaba claro que el Estado iría a perder los
ingresos de las empresas del Estado porque las iba a enajenar. Por tanto, los
ciudadanos debían pagar impuestos, ya que sólo recibirían si aportaban de sus
bolsillos huecos.
La descentralización pretendía que los problemas de la
pobreza se redujeran a una pelea entre los pobres y sus respectivos municipios.
Pero he aquí que ocurrió algo inesperado: la pelea estalló en un gran
municipio, El Alto, junto a la cede de gobierno. Los alteños habían comprendido
que detrás de esta democracia se escondía la política impositiva originada en
la enajenación de los bienes del país, y se levantaron. Esto es que el
conflicto municipal contra los impuestos en El Alto fue parte de la lucha
contra la estructura misma del neoliberalismo, como lo fue febrero negro;
eventos encaminados a octubre 2003.
Del Pacto Militar Campesino al indigenismo neoliberal
En 1974, el premio novel de la paz, Kissinger, planteó a su
gobierno la necesidad del control de la natalidad en los países pobres a fin de
garantizar el flujo de materias primas. Entonces, una brutal campaña se
desencadenó por el mundo, especialmente en la India, con el ejército cazando
como animales a los hombres pobres para esterilizarlos. Más tarde la guerra se
volcó contra las mujeres, cosa que continúa hasta nuestros días. La dirección
de esta guerra en la India se la dieron a otro premio nobel, el Dr.
Swaminathan, arquitecto de la Revolución Verde en ese país. La coincidencia
entre la Revolución Verde y el control de las mujeres demostraba la estrecha
relación entre el control de las materias primas y el control de la población.
A partir de ello, las mujeres, bajo la seductora “igualdad de género”, se
convirtieron en blanco de una refinada guerra de anticonceptivos patrocinada
por trasnacionales farmacéuticas que las desposeyó de sus vientres. Finalmente,
las verdaderas luchas de las mujeres fueron secuestradas por las expertas en
género de occidente.
Los requerimientos del control de la población dieron un
renovado estímulo a la penetración del Primer Mundo en lo más íntimo de los
pueblos y las personas: la sexualidad, el régimen familiar, la salud, la
religiosidad, la cultura. Desperdigados por el mundo, los académicos de los
países trilaterales, los modernos misioneros, elaboraron montañas de estudios
sobre todos estos aspectos para implementar la ola de penetración ideológica
más grande desde la colonización. Un resultado fue que imprimieron en el Tercer
Mundo, especialmente en sus intelectuales, la idea de que el origen de todos
nuestros males es interno; nuestra culpa, no del imperialismo. Así, los más
grandes tiranos y racistas del mundo, nos convencieron que somos
antidemocráticos; que somos los peores racistas; que somos corruptos,
reprimidos sexualmente, violentos, sin autoestima, etc… Uno de los efectos fue,
en muchos casos, el sometimiento instintivo a la autoridad moral de los blancos
y que en numerosos países pobres, la salud, la reproducción, la cultura, etc…
terminaran bajo la dirección y el financiamiento de occidente.
Bolivia tiene un problema indio que es cultural y un
problema de nacionalidades que es político; pero el proceso que al respecto
estaba siguiendo el país, fue capturado por un indigenismo importado. Sus
esbirros en el país, fueron una pandilla de intelectuales jailones[12], de los
que A. Céspedes llamó “rentistas de la denigración”, los encargados del trabajo
sucio de vender una imagen lastimosa del pueblo boliviano, que justifique la
intervención de las potencias y que les permita a ellos, los “rentistas de la
denigración”, sentirse blancos.
En 1985, un selecto grupo de intelectuales manifestó en un
evento de alto vuelo[13], que era “necesario que los intelectuales rompan con
la… identificación con posiciones políticas e ideológicas cerradas” y que “La
estrecha vinculación de la ciencia social con la política llevaron a la
sobrepolitización de la actividad intelectual.” El análisis realizado por estos
intelectuales redujo la realidad política nacional exclusivamente a la
contradicción entre el Estado y la sociedad. Las empresas, los
latifundistas[14], las trasnacionales, el orden económico internacional, la
deuda externa no fueron nombrados nunca. Los problemas nacionales se volvieron
solo internos, “endémicos”: “¿podremos –se preguntaron- sostener la vida
política del país bajo las actuales formas autodestructivas y la endémica
carencia de reglas de juego comunes en la lucha política?.” [15]
De aquí, concluyeron en que el rol de los intelectuales era
impulsar la democratización, y esto implicaba: “…crear instituciones de
mediación en el ámbito de la sociedad civil capaces de democratizar al Estado
desde abajo impidiendo que éste se constituya en un aparato burocrático que
suplante a la propia sociedad.” Esto coincidía totalmente con Santa Fe II: “El
régimen democrático es aquel en el cual el gobierno tiene la responsabilidad de
preservar la sociedad existente de ataques externos o intromisión por parte del
aparato estatal permanente.[16]”
En un principio, estos intelectuales, por su pasado de
dueños de la izquierda, se mostraban reacios al neoliberalismo, pero, al final,
cedieron ante las coincidencias con este, en especial, su odio al Estado
Nacional; odio que provenía de sus fuentes teóricas pero también de su origen
social: gamonales y mineros que siempre despreciaron Bolivia.
Sus vertientes teóricas son intelectuales de occidente que
experimentaron el desarrollo económico de la década del 50 en los países
desarrollados como un proceso de deshumanización y pérdida de la posesión de
sí, de la imposición de la ideología del consumo y la desaparición de los
valores comunitarios. Frente a esto, se pusieron contra el Estado e idealizaron
utópicamente las sociedades tercermundistas (Lanternari, 1976)[17], ajustando
este ideal a sus problemas de país desarrollado. Pero sus manifestaciones,
entre ellas el hipismo, terminaron tristemente: su música fue devorada por las
discográficas, su amor libre por la industria de la pornografía; sus utopías,
por la drogadicción alentada por la CIA y su interés por las culturas exóticas
resultó absorbido por la industria de la cooperación internacional. Estos
utopistas modernos, con tal de mantener sus sueños en pie, se vieron obligados
a hacer concesiones vergonzosas: se convirtieron en agentes de la política
exterior de los Estados colonialistas e imperialistas.
Por sus objetivos y sus métodos, el indigenismo neoliberal
en Bolivia fue la versión renovada del Pacto Militar Campesino, pero sin
militares. El expresidente Gral., Barrientos (1964-1969) iniciador del Pacto
junto a los militares de los EEUU, también defendió las tradiciones de los
indígenas. Hablaba perfectamente el quechua y, que otro militar, Escobar Uría,
aymara-hablante, pretendiera disputarle el liderazgo en el altiplano muestra la
importancia para las elites de manipular la cultura para controlar la
población.
El Pacto Militar Campesino fue valioso para aislar al sector
obrero, en especial el minero, y proteger al campesinado de la influencia del
“comunismo”. Había que desarmar y despolitizar a campesinos y obreros que según
Zondag (1968)[18] hacían que el pueblo norteamericano desconfiara de la
democracia boliviana. Por ello Barrientos se identificó con el humanismo,
porque era neutral entre capitalismo y socialismo; -algo propio del
nacionalismo militar de derecha-, asumiendo un carácter apolítico y negando la
lucha de clases. Este apoliticismo y anticomunismo es también característico del
indigenismo neoliberal.
En las elecciones de 1989 le fue mal a Goni en el campo, y
ante las de 1992 invitó a la candidatura a la vicepresidencia a Víctor Hugo
Cárdenas, un prestigioso intelectual indigenista. Cárdenas fue elegido, según
Goni porque: “… no es como los otros que se han ido por el camino de la
insurgencia armada.” Su presencia daría mayor credibilidad al programa
electoral: “…y afuera -decía Goni- tendrá un gran impacto.... La gente no le
tendrá miedo a Sendero Luminoso, ni a ningún levantamiento, verán que Bolivia …
va a crear un ambiente para bolivianos y extranjeros (Sanchez, 1993)[19].
Cárdenas, en la campaña electoral se ocupó de mostrar sus
distancias de la izquierda, criticándole el haber combatido a la dictadura de
Banzer usando la violencia y a la guerrilla de la Unión de Campesinos Pobres
por luchar: “…por la tierra sin necesidad, asaltando, invadiendo, o expropiando
propiedades ajenas (Cárdenas, 1993)[20]. La etnificación de todos los problemas
nacionales, el “colonialismo interno”, llevó a Cárdenas a apoyar el “21060”, el
plan económico introductorio del neoliberalismo en Bolivia, sosteniendo:
"El 21060 y su intención de frenar la hiperinflación va a enfrentar los
problemas del colonialismo interno que aún existe en nuestro país (Cárdenas,
1993). Una vez en el poder, Cárdenas peregrinó hasta su majestad, Georges Bush
padre y rindió a sus pies los venerados símbolos de mando de los líderes
comunales de Bolivia.
La política indigenista del neoliberalismo logró grandes
victorias políticas. A nivel de Estado, la concepción de la sociedad en varios
grupos étnicos convirtió a la mayoría indígena en varias minorías; y se
convirtió en blancos y opresores a quienes saliendo de las mismas familias
rurales se fueron a las ciudades. Para aquellas “minorías” se creó un Vice
Ministerio (uno solo) de Asuntos Indígenas.
A nivel político, se generó un tipo de líder apropiado a
estas minorías inducidas. Por ejemplo, el Mallku, fue un líder que adquirió
proyección a nivel nacional; pero en pleno levantamiento de Octubre-2003, lanzó
la consigna de la independencia de la nación aymara reduciéndose, con ello, a
una fracción del departamento de La Paz.
Estos son los líderes bienamados por el imperio; líderes
enfeudados en localismos y enfrentados entre sí, como los que en octubre del
2003, llevaron sus disputas personales a un nivel de groserías que la prensa
aprovechó muy bien …mientras el pueblo luchaba contra el neoliberalismo,
Otro gran triunfo de este indigenismo fue la introducción en
el pensamiento nacional, de la culturalización y etnificación de todos los
problemas políticos, económicos y sociales del país, su reducción a
“colonialismo interno”. La actual coyuntura mundial se caracteriza por un
militarismo y un replanteo geopolítico creciente. Frente a esto debía primar un
sentimiento de país y de seguridad nacional. Pero, nuestras perspectivas, tanto
a nivel institucional (Constituyente y otros), como en las calles, están
apestadas por una gran cantidad de proyectos de autonomías de todos los tipos,
muchos con la conocida influencia del financiamiento externo, que amenazan
convertir al país en un montón de pedazos, donde no cabrá más desarrollo que el
de mini proyectos de la beneficencia internacional; donde el Estado no podrá
hacer proyectos de alcance nacional y los grandes negocios serán solo para las
transnacionales. Esto llevará (ya lo está haciendo) el sentimiento de patria a
su desaparición. Lo que le pase a uno de esos pedazos, no le importará al
resto, y así, quedará el país a disposición de los perros.
Montenegro ha dicho que: “El territorio, parte básica y
esencial de la conexión afectiva del pueblo, no se fracciona materialmente sin
que se quiebren también los vínculos emocionales que cohesionan la comunidad.
Contra ese todo territorial que ata espiritualmente a los hombres, luchan por
eso las asociaciones internacionales políticas, religiosas, ideológicas,
culturales, y, los grupos de la finanzas internacionales cuya esencia consiste,
precisamente, en la negación y supresión del lazo que les une a una determinada
localidad”.
Bolivia ha perdido el 62% de su territorio original, gran
parte por vías diplomáticas, lo que muestra la penetración del Estado por
intereses extranjeros y la traición de nuestros líderes; pero hemos
sobrevivido. Sin embargo, ahora enfrentamos el peligro más grande de nuestra
historia: la desintegración, y que luego vengan los cascos azules para
consolidar el “derecho a la autodeterminación” de los pedazos resultantes.
Las autonomías, capitalía plena, etc, no tocan problemas urgentes
del país, como la nacionalización de los sectores estratégicos, la
industrialización, el desarrollo de la ciencia, la soberanía alimentaria, la
salud pública, la seguridad social, el problema de la tierra, la política
exterior, la seguridad nacional, etc. La lucha en pro y en contra del traslado
del gobierno a Sucre, es parte de los planes para que nadie pueda tolerar a su
vecino. Y existen en el país más problemas esperando que los perros los
desentierren.
La eliminación del sentimiento nacional, dice Montenegro, es
clave para que el colonialismo se abra paso[21]; pero los indigenistas y
demócratas neoliberales, atados por su fidelidad a sus autores extranjeros y
enredados en su terminología hueca, no quieren ni tienen la capacidad de
mantener unido al país. Solo pueden ofrecernos el mismo producto que los
separatistas pero con otra marca y eso sí, una terminología refinada con sabor
a comida francesa[22].
Notas
[1] Montenegro, C. (1953) Nacionalismo y Coloniaje (3ra Ed).
Alcaldía Municipal. La Paz.[2] De “Goni”, mote de Gonzalo Sánchez de Lozada,
líder máximo del neoliberalismo en Bolivia.[3] García H., P. (SFE). Pueblos y
territorios indígenas de la amazonía andina ante un nuevo milenio: situación y
perspectivas. CEJIS.[4]
Gardner R. N.; Okita S.; Udink B. J.:(1974) A turning Point in North - South
Economic Relations. The Trilateral Commission [5] Cxrozier M. J.; Huntington S.
P.; Watanuki J.:(1975) The Crisis of Democracy. Report on the Gobernability of
Democracies to the Trilateral Commission. The Trilateral Commission.[6] J.
McIntyre Interview, Miller Center, University of Virginia, Jimmy Carter
Presidential Oral History Project, October 28-29, 1981.[7] J. McIntyre
Interview, Miller Center, University of Virginia, Jimmy Carter Presidential
Oral History Project, October 28-29, 1981.[8] Afoaku, Osita G.: U.S. foreign
policy and authoritarian regimes: Change and continuity in international
clientelism. Journal of Third World Studies, 2000.[9] La doctrina Monroe
decía sobre Latinoamérica que “El objetivo de seguridad de Estados Unidos era
prevenir que cualquier poder europeo en expansión obtuviera avances
estratégicos en el Nuevo Mundo”. La Doctrina fue multinacionalizada y
compatibilizada con la OEA por la Declaración de Caracas de 1954 que señalaba:
"La dominación o el control de las instituciones políticas de cualquier
Estado del continente americano por el movimiento comunista internacional, que
extienda a este Hemisferio el sistema político de un poder extracontinental,
constituiría una amenaza a la soberanía e independencia política de los Estados
americanos, poniendo en peligro la paz del continente, y exigiría la
realización de una reunión de consulta para considerar la adopción de una
acción apropiada de acuerdo con los tratados existentes" (Bouchey, y
otros, sfe).[10] Alonzo McDonald Interview, Miller Center, University of
Virginia, Jimmy Carter Presidential Oral History Project, March 13-14,
1981.[11] Jimmy Carter Interview, Miller Center, University of Virginia, Jimmy
Carter Presidential Oral History Project, November 29, 1982.[12] De “High
Life”. Mote popular para los ricachones y los que se creen.[13] Democracia a la
Deriva. Dilemas de la participación y concertación social en Bolivia. René A.
Mayorga (Comp). CERES, La Paz, 1987.[14] Más bien dijeron: “…una nueva ley de
Reforma Agraria, como medio de garantizar la permanencia de la tierra en manos
de quienes la trabajan y viven de ella … tampoco es el problema central del
campesinado. “[15] Bush, hijo, diría “Las sociedades exitosas limitan el poder
del Estado… En lugar de dirigir su odio y resentimiento contra otros, las
sociedades exitosas apelan a las esperanzas de su propia gente.”(G. W. Bush: 20th Anniversary of the
National Endowment for Democracy. November 6, 2003)[16] Santa Fe II. Una
estrategia para América Latina en la década de 1990. (1988). L.Francis Bouchey; Dr. Roger Fontaine;
Dr. David C. Jordan, editor Tte. Gral. Gordon Summer, hijo.[17]
Lanternari, V. (1976) Altérité extérieure et altérite intérieure.[18] Zondag,
C. H.: (1968) La Economía Boliviana 1952-1965. La Revolución y sus
Consecuencias. Amigos del Libro, La Paz-Cochabamba.[19] Entrevista a G.
Sánchez. De Cerca Nº 41. PAT & BBA, 1993, La Paz.[20] Entrevista a V. H.
Cárdenas. De Cerca Nº 38. PAT & BBA, 1993, La Paz.[21] Montenegro, C.
(1953) Nacionalismo y Coloniaje (3ra Ed). Alcaldía Municipal. La Paz.[22] Un
candidato presidencial autodenominado indígena, a la pregunta de cuál era su
plato preferido en una entrevista televisiva respondió: “el fondue” (Plato típico
de Francia)